Cimentación y Estructura



LA CIMENTACIÓN

La cimentación constituye la parte más baja de la casa. Es el punto por donde en contacto con el suelo, la vivienda descarga todo su peso. Por ello, sometida a grandes esfuerzos, necesita de la suficiente dimensión y estabilidad para el sostenimiento de la construcción durante muchos años.

Los cimientos son de piedra y alargados, extendiéndose en toda la longitud de la base de los muros que cierran la casa por fuera y por dentro. Para ello se excava en el terreno las zanjas hasta encontrar el firme, parte más dura del subsuelo que se encontrará a más o menos profundidad según la naturaleza del terreno, y sobre la que podemos apoyar la cimentación sin temor a que se aplaste el terreno y se fisure la vivienda.

El espesor o ancho de la cimentación es variable, siendo más que suficiente 60 centímetros para una vivienda de 2 o 3 plantas, cuando se edifica sobre terrenos duro. Normalmente, el cimiento y el muro se prolongan con el mismo ancho (ver imagen izquierda de la ilustración nº 23). Cuando el terreno es más blando, se debe profundizar más o ensanchar la base del cimiento para repartir el peso; esto se realiza mediante una especie de bulbo o zapata (ver imagen central de la misma ilustración). Otras veces se construye directamente sobre rocas que afloran arbitrariamente aquí y allí, con la consiguiente economía de medios, sistema que se puede observar en numerosas calles (ver a la derecha).

Ilustración nº 23.- Tipos de cimentación. Para la confección del mortero de agarre, en el mejor de los casos se solía mezclar arena, cal y agua en proporción 3/2/1. En el que peor, con sólo barro. A principios del siglo XVI ya existían varias dosificaciones para cada parte de la obra. En la tapiería o muros de tapial, se utilizaba tierra, arena y cal en proporción 5/1/1, proporción demasiado pobre que obligaba a frecuentes obras de reparación. Para paredes y tejados 2/1/1. La mezcla se hacía un mes antes de usarla. Estas dosificaciones eran las utilizadas en arquitectura religiosa[1] según numerosos documentos, aunque se pueden hacer extensibles a la arquitectura civil.
Ilustración 23.2.- Viviendas cimentadas en roca. Pitres


LA ESTRUCTURA (La´structura)

Se define la Estructura como el conjunto de elementos verticales (muros y pilares), y horizontales (pisos o forjados) que constituyen el esqueleto o sostén del edificio. La diferencia con las viviendas actuales, es que los muros exteriores en la vivienda alpujarreña y en la mayoría de edificios antiguos, hacen las veces de cerramiento del edificio; cosa que no ocurre actualmente, pues la tecnología del hormigón armado, permite levantar edificios sólo con pilares o soportes como único elemento vertical.

Así pues, se levantaba construyendo muros que sólo se interrumpían para dejar el hueco correspondiente a una ventana o una puerta, los cuales se adintelaban por arriba con largueros de madera de sección redonda o cuadrada, que suelen multiplicarse en número hasta cubrir la totalidad del grueso del cerramiento, permitiendo continuar el levantamiento del muro sobre el mismo.

En general, la forma geométrica de la base de la vivienda resulta sencilla en cuanto a diseño, pero irregular en su forma; resultando que la luz libre o distancia en una misma crujía, o sea, entre las dos caras interiores de dos muros en uno y otro extremo, es diferente. Por ello es difícil hallar que todos los muros de carga se levanten paralelos. Ésto se traducirá en habitaciones con una forma bastante atípica.
Ilustración nº 24.- Plano de planta de una casa. El diseño es sencillo pero las medidas no suelen guardar relación unas con otras.

En la construcción de muros y pilares se utiliza un poco de todo: argamasa de barro (tapial), barro con mampuestos utilizando la técnica morisca; y sobre todo, obra de mampuestos o lajas de pizarra tomadas con mortero de arcilla y agua, al que ocasionalmente se le puede mezclar un poco de cal. La pobreza del mortero le confiere plasticidad, y hace que el conjunto de la estructura funcione con la flexibilidad necesaria, para que ésta absorba los posibles movimientos que se puedan producir en la cimentación a causa de los asentamientos. Por otro lado, la masa del cerramiento, le confiere una gran inercia térmica.

A la altura de cada piso, entre muros o soportes, se colocan los cargaderos o jácenas, que son grandes vigas de sección circular, de roble o castaño; que pueden aparecer solas, pareadas, y extraordinariamente en mayor número.
Ilustración nº 25.- Plano de estructura de una casa. Colocación usual de cargaderos, alfanjías y dinteles.

Sobre los cargaderos, y en sentido normal (perpendicular) se coloca un entramado de rollizos cada 40 a 80 centímetros, que pueden ser de roble o castaño en los pueblos altos, y de álamo, chopo o pino en los pueblos medios y bajos. Estas vigas suelen denominarse por algunas personas como alfanjías, y por otras como alfarjías; ambas palabras posiblemente derivadas de “Alfarje”, nombre con el que en la Edad Media se llamaba a los techos horizontales. Hoy reina cierta confusión entre los lugareños, los cuales llaman a las jácenas como “járcenas” y a las alfanjías o alfarjías como “vigas”, para referirse con la anterior terminología a los trozos de madera más pequeños, normalmente de castaño, que cortados con hacha longitudinalmente, se disponen entre vigas para sostener las losas del techo.

Caben cuatro soluciones posibles de acabado de los techos. La primera, más propia de los pueblos medios y bajos, consiste en que se coloca un entramado de cañizo acordalado sobre el que se tiende un malhecho, y encima la launa (si al cañizo se le da un enlucido de yeso la solución recibe el nombre de entabacado). El cañizo proporciona una acción protectora aislante debido a sus celdas cerradas en los nudos (Ver ilustraciones nº 27 y 28).
Ilustración nº 26.- Cañizo sobre alfanjías

Ilustración nº 27.- Perspectiva del forjado de cañizo 

Ilustración nº 28.- Detalle de la confección del cañizo, y de su atadura con una soga de esparto de tipo “tomiza” 

(Ver más en la ilustración nº 11)

La segunda solución, coloca directamente encima de las vigas o alfanjías lajas de pizarra horizontalmente, sobre las que a su vez descansa el malhecho y la launa (Ver ilustración nº 29).

Ilustración nº 29.- Losas de pizarra sobre alfanjías

La tercera solución coloca trozos de ramaje de roble o castaño entre las alfanjías, salvando su excesiva separación o la pequeñez de las lajas de pizarra (Ver ilustración nº 30). No hay que decir que, cada solución, busca el aprovechamiento de los medios de que posiblemente se disponían en el momento de la ejecución.
Ilustración nº 30.- Perspectiva de la tercera solución de forjado. Losas de pizarra sobre ramaje que a la vez apoya sobre las alfanjías.

La cuarta solución, es análoga al cañizo, pero sustituyendo éste por un entarimado de tablas (Ver ilustración nº 31). En las casas más ostentosas, las alfanjías de escuadría rectangular, pueden llegar a sustituir a las redondas, y el entarimado servir como suelo a una habitación superior.
Ilustración nº 31.- Forjado de entarimado sobre alfanjías

Dentro de una misma vivienda, además podemos encontrar distintos tipos de forjados debido a motivos muy diversos y fáciles de imaginar, como ampliaciones, fusiones de dos casas, obras parciales de mejora, etc.

Una práctica errónea que se ha extendido bastante, es la colocación de una lámina de polietileno (plástico) debajo de la capa de launa, para evitar las goteras. Con este sistema se frena la ventilación natural que las alfanjías necesitan y terminan pudriéndose. El plástico conlleva además un segundo inconveniente como es la imposibilidad de pisar encima si no es perforándolo, por lo que se acaba con la costumbre de los vecinos de sentarse en las azoteas durante las puestas de sol.

También es práctica recomendada extender y apisonar la launa durante los días de luna menguante, pues así se evita que crezcan más yerbas de lo normal, sobre todo si la launa no es limpia y está contaminada, en cuyo caso habrá que renovarla con más frecuencia de la deseada.

Ilustración nº 31.2.- Pasadizo con techo de cañizo. Cáñar

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