Antecedentes Históricos

Sería pretencioso remontarse hasta el Neolítico o incluso el Paleolítico buscando los orígenes de una arquitectura popular en los restos de algún asentamiento humano, aunque la cultura de los Millares en Almería ya usaba la launa para impermeabilizar. Podemos obviar también a pueblos más recientes como los iberos, tartesios y cartagineses, y otros como los romanos y visigodos, para centrarnos en los verdaderos padres y artífices de la herencia arquitectónica que hemos recibido. Me refiero al pueblo islámico.


LA OCUPACIÓN ÁRABE

Se inicia con la llegada de los musulmanes a la Alpujarra allá entre los siglos VIII y IX, y se prolonga casi durante ocho siglos hasta la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492.

En 1494, el viajante alemán Jerónimo Münzer visita Granada en un itinerario por el recién extinguido reino nazarita, y hace la siguiente descripción del Albaicín:

"Tiene las calles tan estrechas y angostas, que las casas en su mayoría se tocan por la parte alta, y por lo general un asno no puede dejar paso a otro asno, como no sea en las calles más famosas, que tienen de anchura quizá cuatro o cinco codos, de manera que un caballo puede dejar paso a otro. Las casas de los sarracenos son en su mayoría tan reducidas ---con pequeñas habitaciones, sucias en el exterior, muy limpias interiormente---, que apenas es creíble. Casi todas tienen conducciones de agua y cisternas. Las cañerías y acueductos suelen ser dos: uno para el agua clara potable; otros para sacar las suciedades, estiércoles, etc. Los sarracenos entienden de ésto a la perfección. Hay abiertos en todas las calles canales para las aguas sucias, de manera que cada casa que no tiene cañería por las dificultades del lugar, pueda arrojar durante la noche sus inmundicias en aquellos canales. No abundan las cloacas, y, sin embargo, los hombres son limpísimos.

En tierras de cristianos, una casa ocupa más espacio que cuatro o cinco casas de sarracenos. Por dentro son tan intrincadas y revueltas, que las creerías nidos de golondrinas. (...). Sus tiendas y sus casas se cierran con sencillas puertas de madera y clavos de palos, como se acostumbra en Egipto y en África, pues todos los sarracenos convienen tanto en los sacrificios como en los ritos, utensilios, viviendas y demás cosas.”

Münzer J. Viaje por España y Portugal.
Estudio Preliminar de Fermín Camacho Evangelista. Pág. 55 y 56

No hay que decir que la descripción que Münzer hizo sobre las casas del Albaicín, no sería muy diferente a la descripción que él u otra persona hubiesen hecho de las casas en la Alpujarra en aquella misma época.

Con la toma de Granada y la firma de las Capitulaciones de Santa Fe, se inicia un período de difícil convivencia entre las dos culturas, que termina con la expulsión de losmoriscos al finalizar la sangrienta guerra de que son protagonista estos últimos (1568-71); y cuyo motivo no fue otro que el acoso, imposición y provocación a que se vieron sometidos por la política intransigente llevada a cabo por Felipe II (1527-98).


LA REPOBLACIÓN

Después de la guerra en la Alpujarra, queda casi despoblada la tierra, y destruidas casas e iglesias, especialmente éstas últimas debido al ensañamiento con que actuaron los moriscos que veían en ellas el poder subyugador. Se procede a una repoblación con familias cristianas viejas venidas del norte y centro de la península: castellanos, leoneses, asturianos, gallegos y extremeños; lo que imprimirá nuevas influencias a la arquitectura popular, que se refleja en la ampliación de la capacidad y estructura de las viviendas preexistentes, sin que en ningún momento dejara de primar la hegemonía del medio y las condiciones sociales de pobreza. Fueron tiempos difíciles, de recesión en todos los campos: el económico, social, humano, cultural y artístico... esta situación se prolongaría hasta bien entrado el siglo XVII. La arquitectura mudéjar que vivía justo antes de la guerra momentos de esplendor, ve como consecuencia de ella, se reduce a la máxima simplicidad y economía, limitándose su empleo a la arquitectura rural.

A mitad de esa difícil época, concretamente en 1601, aparecen las "Ordenanzas de la Real Audiencia y Chancillería de Granada" impresas por Sebastián de Mena, recomendándose a los constructores y alarifes del Reyno de Granada que...

"... no se hiciese aximez[1], portal ni pasadizo, fuera de la haz de su propia pared, en las calles o plazas..."

...de las villas y lugares conquistados; aunque personalmente desconozco con qué eficacia fueron llevadas a la práctica. De todos modos, la falta de vigilancia, el aislacionismo de la Alpujarra, el tiempo y el olvido, acabarían por enterrar esta prescripción, lo que ayudó a la conservación de la arquitectura preexistente.

De 1633 data por primera vez la obra publicada en Sevilla por Diego López de Arenas “Breve compendio de la carpintería de lo blanco”, sobre como construir armaduras de lazo; que luego sería completada en ediciones posteriores por otros personajes. Esta obra responde a la prolongación de la crisis abierta a partir de la guerra, y es un último intento de revitalizar lo mudéjar; aunque la influencia de este libro en el ámbito de la arquitectura popular debió de ser tan restringida como nula, debido entre otros motivos, a la gran incultura que parecía existir dentro del gremio de alarifes carpinteros, la gran mayoría de los cuales no sabían ni leer ni escribir; y cuyos conocimientos y preparación técnica se debía más a la experiencia que a otra cosa. Todo esto lo cuento a razón de que, los españoles, y sobre todo los andaluces, siempre hemos tenido fama internacional de “chapuceros” y “flojos”; calificativos con los que no estamos de acuerdo, y que desde nuestro punto de vista cambiaríamos por otros como “prácticos”, “don para la improvisación”, y “despreocupados y felices con lo que nos da la vida”; todas éstas, habilidades que nos envidia la gente de afuera. ¿Cómo sino os explicáis que medio Mundo quiera venirse a vivir a España? Para que se sepa que estos dones nos vienen de antaño, aquí tenéis lo que cuenta López de Arenas, quién con poco tacto, podía haber cuidado un poco más sus palabras y no dejarnos mal parados:

“ Por haber sido dos veces examinador, y dos veces alcalde de alarife, he visto tanta variedad de medidas y reglas en el oficio de la carpintería de lo blanco en los exámenes, que es donde por fuerza cada uno ha de verse lo que sabe; y visto la variedad de tantos desperdicios, me he animado a hacer este compendio, para con menos trabajo hallarlas, pues siendo tantas, y muchas de ellas sabidas como por fe, porque como es la verdad, hay tan malos aprendices, que no queriendo trabajar ni dar tiempo bastante, les parece que estudiar una hora cada noche es cosa que no conviene a su salud. Y saliendo de las obras, tardan en venir en casa de sus maestros, para en viniendo tener ocasión de no hacerlo, llevándolo mal si les manda velar, y deste modo tienen tan poca amistad a cosa que tanto les importa, como es el deprender. Y assí digo que destos malos aprendices se crían malos oficiales, y de malos oficiales vienen a ser peores maestros, coxiendo medidas al vuelo, sin saber si quien se las dice los engaña. Y ansí, cuando van a executar se hallan confusos; y deste modo van menguando las obras...”[2]

A partir del siglo XVII, la Alpujarra pierde su protagonismo y entra en un período de aletargamiento y olvido alejada de toda influencia, en el que los cambios en la arquitectura han sido tan inapreciables como el lento desarrollo económico y tecnológico que se ha ido produciendo con los años. Durante este período, digo, su espíritu se ha mantenido intacto pasando por sucesivas generaciones, las cuales, heredaban de sus antecesoras el saber hacer, la técnica, la tradición y las construcciones ya existentes como prueba y modelo a seguir. Tan sólo hasta hace pocos años, este precioso equilibrio se ha visto alterado, acelerado de forma vertiginosa por los nuevos tiempos. 

[1] Aximez = Ajimez

[2] López de Arenas, Diego. “Primera y segunda parte de las reglas de la carpintería”. Facsímil con introducción de Manuel Gómez-Moreno. Instituto Valencia de Don Juan. Madrid, 1966.

No hay comentarios:

Publicar un comentario